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La educación y las oportunidades.

No hace mucho comentaba, a propósito del problema de la educación en el país que, en mi opinión, don Manuel Ayau no se equivocaba al mirar este problema desde la perspectiva de la demanda. Esto consiste en que, en general, las personas –padres de familia, jóvenes y adultos—invierten en la educación de sus hijos o en mejorar la propia cuando se forman expectativas bastante ciertas sobre los frutos de esa inversión.

De ahí se derivan muchas consecuencias importantes, como por ejemplo que es bastante absurdo contar con programas oficiales rígidos que, casi solamente por casualidad, coincidirán con la demanda de personas capacitadas para ciertas tareas o con conocimientos sobre determinadas áreas del saber. Por supuesto que hay ciertos conocimientos de base sin los cuales no pueden llegar a adquirirse otros más especializados. Pero, también sobre cuáles son estos conocimientos de base y cómo impartirlos hay grandes debates metodológicos y sustanciales.

Vienen estos comentarios a cuento de la reciente noticia de este diario sobre un hecho que, en cierto modo, puede mirarse, aludiendo a la conocida metáfora, como un vaso medio lleno o medio vacío. Se trata de un estudio que revela que las empresas tienen mucha dificultad en conseguir personas capacitadas para las plazas que necesitan llenar. Esto, en circunstancias “normales”, en un país en que los jóvenes son una porción muy significativa de la población, sería un vaso medio lleno.

En efecto, en una situación en la que haya más demanda que oferta de cualquier servicio determinado, los precios –en este caso los salarios—tenderían a subir. Ante esa demanda, los jóvenes que van entrando a la fuerza laboral recibirían mejores ofertas, dada la escasez relativa de sus servicios. Sin embargo, las actuales no son circunstancias “normales”.

Me refiero a que la dificultad de conseguir trabajadores capacitados no se debe a la escasez de jóvenes sino a su mala capacitación. Hay muchos aspirantes para cada plaza, pero su mala capacitación los deja fuera de esas oportunidades reales. En otras palabras, puede afirmarse que el sistema educativo se ha quedado atrás.

Claro está que tampoco las inversiones en educación privada han sido suficientes; pero esto se debe a la mala calidad de la educación pública. Los colegios privados compiten con escuelas públicas de tan baja calidad media, que no necesitan invertir más que lo necesario para ofrecer una ratio de calidad/precio que supere la oferta en el sector educativo público. Dicho de otra manera, la mala educación pública arrastra a todos para abajo, incluso los que se educan en el sector educativo privado.

Esto se debe en buena medida al hecho de que la educación pública está en las manos equivocadas. Puesto en términos llanos, en lugar de estar –aunque fuera parcialmente—en manos de los usuarios del servicio, está en manos de los prestadores del servicio. Los prestadores del servicio controlan los recursos financieros, las reglas de las carreras docentes, los ingresos, las promociones, etcétera.

Encima, no lo controlan directamente, sino que con la mediación de los líderes de los sindicatos de la educación púbica. A esos líderes no les interesan los usuarios. Los padres de familia y los jóvenes mal capacitados son sus víctimas y los funcionarios que negocian y firman los pactos colectivos leoninos que sofocan el sistema, y los políticos que en el Congreso de la República los dejan pasar, son sus cómplices. Lo más insólito, en mi opinión, es que todo esto ocurre en contra de la Constitución Política y eso a nadie le importa. A menos que la educación pública se sustraiga de las manos de quienes negocian los presupuestos públicos que han quedado convertidos en gigantescas piñatas, las cosas no van a mejorar.

 

Eduardo Mayora Alvarado.

Ciudad de Guatemala, 2 de mayo de 2023.

Publicado enArtículos de PrensaEstado

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