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Mirando al futuro.

Mirando al futuro me parece que es sumamente difícil que sean los dirigentes políticos y los líderes sectoriales que actualmente conducen los destinos de la república los agentes de cambio que Guatemala necesita. No quiero decir con eso que todos, absolutamente todos, sean incapaces de ser esos agentes de cambio. Como he sostenido en ocasiones anteriores, el problema es que el tipo de incentivos que mueven a actuar a la generalidad de las personas, bajo un buen número de las reglas constitucionales vigentes y de las que conforman el régimen electoral y de partidos políticos, han conformado la “tormenta perfecta”.

Ya lo explicaba el famoso filosofo de la política, John Rawls, con la metáfora del “velo de la ignorancia”, que el padre de la “Escuela de Virginia”, el gran economista de los procesos políticos, el Premio Nobel James Buchanan, prefirió entender como el “velo de la incerteza”. Seguramente soy incapaz de sintetizar acertadamente estas metáforas en un artículo de prensa, pero, así me parece, son tan intuitivas que, quizás, consiga un acercamiento razonable.

La idea es la siguiente: ¿qué conviene más? ¿Que las reglas de un juego las definan quienes en un futuro van a ser los jugadores, con ciertas expectativas sobre la posición que cada uno va a ocupar en el juego, o bien, que sean grupos diferentes, es decir, que sean unos quienes vayan articulando las reglas y otros quienes jueguen bajo las reglas? Está claro que, siendo la naturaleza humana como es, los futuros jugadores, teniendo cierta idea de cuál va a ser su posición, procurarían ir articulando reglas que mejoren sus circunstancias en esa posición.

Y, en buena medida, eso es lo que ha ocurrido en 1985, en 1993 y cada vez que se han revisado las reglas del juego. Han sido los políticos, sabiendo con cierto nivel de certeza en qué posición iban a jugar bajo las reglas, quienes aprobaron las normas que rigen el ejercicio del poder, bajo la Constitución, y los procesos electorales, bajo la Ley Electoral y de Partidos Políticos.

Volviendo a la metáfora del “velo de la ignorancia”, las reglas que rigen la organización y funcionamiento de los poderes del Estado, a los partidos políticos y el proceso electoral, no se articularon tras ese velo, sino con una expectativa bastante cierta de qué posición iba a ocupar cada jugador. Han sido concebidas, diseñadas y aprobadas por políticos para políticos.

No estoy afirmando aquí que los políticos hayan actuado con deliberada mala intención, sino tan solo que, siendo la naturaleza humana como es, era casi imposible que las reglas fuesen concebidas y articuladas para crear controles efectivos sobre su poder y funciones y para garantía de las libertades y derechos fundamentales de los ciudadanos. Además, para 1985 el constitucionalismo tenía dos siglos de existir en el mundo y más de 160 años en Guatemala y, por consiguiente, tampoco les era posible regular todo eso desde cero. Empero, la clave de muchas cosas está en los detalles.

Mirando al futuro, por consiguiente, creo que va a ser necesario articular un movimiento cívico capaz de conseguir suficiente respaldo ciudadano como para exigir una reforma de las reglas fundamentales de la república y de su sistema electoral y de partidos políticos hecha, esta vez sí, tras el velo de la ignorancia o de la incerteza, en el sentido empleado por esos grandes filósofos de la política. Solo así puede la sociedad guatemalteca aspirar a remontar la captura de su democracia republicana por una peligrosa mezcla de improvisación y oportunismo que amenaza con su destrucción total.

Eduardo Mayora Alvarado

Miami, 31 de diciembre de 2022

Publicado enArtículos de PrensaPolítica

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