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A las élites de todos los sectores.

Pensaba que, desde que se fundaron las Provincias Unidas del Centro de América, hace casi 200 años, el denominador común ha sido la persecución de los opositores desde el poder del Estado y, al irse moviendo el péndulo de la historia, la venganza de los que fueron perseguidos. El ciclo se repitió por lo menos dos veces entre conservadores y liberales decimonónicos; por lo menos dos veces entre las dictaduras de la primera mitad del Siglo XX y sus opositores; entre liberacionistas y revolucionarios; y se intentó, mediante la firma de los Acuerdos de Paz, que el enfrentamiento armado interno no diera lugar a otro ciclo de represión y venganza.

Es imposible ir a detalle en estas breves líneas, pero, durante casi las primeras dos décadas desde la firma de dichos acuerdos, algunas de las organizaciones integradas por quienes antes habían militado en grupos subversivos, reclamaron que el Estado no les brindó su efectiva protección y permitió la conformación de cuerpos ilegales y aparatos clandestinos de seguridad (los “CIACS”) que las agredieron e intimidaron.  Del lado contrario, algunas cámaras y empresarios denunciaron a algunas de esas organizaciones como encubridoras de un activismo violento y antisistema.

Esa dinámica confrontativa condujo al planteamiento de un experimento que, dada su propia naturaleza de órgano investigador, suscitó todo tipo de reacciones que fueron desde la franca oposición hasta un decidido apoyo.  Se concibió y puso sobre el tapete la CICIACS, que no llegó a ver la luz por razones ideológicas y constitucionales –según creo—dando paso a una versión modificada, la CICIG.

Llegado cierto punto del desarrollo de este experimento, algunos de los afectados por sus acciones, sus asesores o, en fin, algunas personas que así veían las cosas denunciaron una adulteración de sus fines y una instrumentalización de los medios empleados por la CICIG.  A la idea de la “cooptación del Estado” por políticos corruptos y grupos de interés sostenida desde la comisión, se opuso como antítesis la idea de la “cooptación de la comisión” a manos de las izquierdas locales con el respaldo de una comunidad internacional dominada por ideologías afines.

Se impone la cuestión, entonces, de si estamos en presencia de un tercer ciclo.  El primero habría sido el de la represión del activismo de la ex insurgencia (así reclamado por ellos); el segundo, el de la cooptación de la comisión por parte de las izquierdas (así sostenido por los afectados) y, el tercero, el de la terminación del mandato de la CICIG y desmantelamiento de los órganos y persecución penal de las personas u organizaciones que pudieran considerarse su legado.

Si así fuera, el patrón histórico de represión o persecución desde el Estado del opositor político/ideológico (sólo que con la peculiaridad de una comisión internacional como sustituto parcial y temporal), habría vuelto a manifestarse. Se impone así otra pregunta: ¿hasta cuándo se repetirá el ciclo?

La alternativa, mucho más conveniente y rentable para todos, es la del Estado de derecho.  Es decir, vivir en un régimen en el que, bajo unas reglas administradas por instituciones judiciales independientes, llegan al poder quienes ganan unas elecciones válidas y lo ejercen dentro del cauce de la Constitución del Estado y de sus leyes. En lugar de persecuciones y venganzas a la vuelta de cada ciclo, las  diversas propuestas ideológicas procuran persuadir a la mayoría ciudadana y los vencidos ejercen, pacíficamente, una oposición parlamentaria fundamentada. Los medios de comunicación social ejercen la función que les corresponde en libertad y los ciudadanos gozan de la tutela judicial efectiva de sus derechos. ¿No es esa una mejor alternativa?

 

Eduardo Mayora Alvarado

Ciudad de Guatemala 2 de agosto de 2022.

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2 comentarios

  1. Claudia Marves Claudia Marves

    Por supuesto que vivir en un Estado de derecho debería ser una mejor alternativa, o, mejor dicho, la única. Sin embargo, en nuestros país lo que priva son los intereses particulares, que, con el transcurrir del tiempo, con tal de verlos satisfechos, los diferentes sectores eligen hacerse ciegos, sordos y mudos cuando les conviene. Los cambios que necesitamos hacer para que Guatemala se respete el Estado de derecho son profundos y, mientras sigamos en el ciclo destructivo que usted menciona, no se llevarán a cabo. Lo más desalentador es que ahora ya no solo es un tema político entre izquierdas y derechas, porque en cada uno de los extremos ideológicos se han enquistado personas comprometidas con los corruptores a los que sirven de instrumento.

    Necesitamos que exista voluntad para enfrentar los fantasmas y tomar conciencia. En los países civilizados, las diferentes ideologías conviven, hacen propuestas, ofrecen soluciones según les parezca y el pueblo elige a quien en democracia. No se trata de capitalismo vs comunismo. Ese discurso pertenece a otra época, es momento de tender puentes pues de lo contrario seguiremos cayendo en el abismo. Se necesita compromiso y honestidad; parece que es mucho pedir en un país como el nuestro. Lamentable.

  2. Carmen López Carmen López

    De acuerdo. Me parece absurda la justificación de que es la ley del péndulo. Por eso estamos como estamos, bien jodidos y desprestigiados, nuestros llamados a la inversión es respondido por la delincuencia internacional.

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