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Sobre el Estado “desmantelado”

            De tanto en tanto se afirma por algunos columnistas que existe una correlación importante entre dos hechos específicos, a saber: por un lado, la privatización de actividades estatales en la “era Arzú” y, por el otro, que el “Estado desmantelado” haya atendido todavía menos y peor, desde entonces, a los pobres.

            Verdaderamente me asombra que las cosas se vean así y, todavía más, que esta visión sea compartida por tantas personas que forman opinión a través de los medios.  Para intentar adelantarme a una posible confusión y atajarla he de aclarar que no me refiero a la circunstancia de que haya personas que crean o prefieran que el Estado tenga un papel todavía más amplio en la vida de los ciudadanos, sea en su aspecto económico, social o cultural.  No.  Tengo muy claro que, sea por razones fundadas en alguna teoría política o sea por convicciones ideológicas, hay muchas personas que favorecen la instauración de un régimen político en el que el Estado tenga todavía más funciones y atribuciones.  Esto es, por así decirlo, “normal”.

            Me parece, en cambio, sumamente extraño o casi insólito que se afirme que en Guatemala se “desmanteló al Estado” y que, por eso, sus funciones en el ámbito de la solidaridad con los más necesitados  se hayan reducido y sus servicios, precarizado.  Es imposible, creo yo, con base en los hechos, sostener esto.

            En efecto, en la “era Arzú” se produjeron, realmente, dos desincorporaciones de alcances económicos significativos y de dimensiones históricas, a saber: las telecomunicaciones y el mercado de la energía eléctrica.  Por otro lado, se abrieron (o se abrieron más) los mercados financieros y de distribución de combustibles y se crearon las bases de un régimen cambiario que, sin ser perfecto, sigue siendo la envidia de nuestros vecinos regionales.  Por último, se reconoció la agonía de FEGUA, de BANDESA y de alguna otra entidad autónoma, ya para entonces inoperante y fuente de constantes déficits fiscales.  Pere, estimado lector, de contar.

            Preguntémonos ahora ¿qué recibían los pobres de instituciones como el INDE, GUATEL, FEGUA o BANDES? La realidad es que antes de las privatizaciones la cobertura de los servicios de energía eléctrica y de telecomunicaciones era, simplemente, motivo de vergüenza y que en la actualidad, gracias a la apertura de esos mercados y de las desincorporaciones, millones (y no pocos millones) de pobres han tenido acceso a los mismos.  Ya sé que algunos replicarán que no hubo transparencia, que se entregó “el patrimonio nacional” a los amigos del Presidente y cosas que, no solamente jamás se han probado, sino que en nada cambian el hecho de que ahora los pobres tienen acceso a servicios esenciales que, antes, no tenían.

            Pero además, ¿no sigue ahí el Instituto de Seguridad Social y no hay un nuevo Ministerio de Desarrollo Social? ¿Y no se ha creado otro Fondo de Desarrollo Social entonces inexistente? ¿No es mucho más numerosa la burocracia ahora que por aquellos años? ¿No sigue ahí la Banca Central, gestionando para el Estado una deuda pública mucho más abultada? Juzgue usted, estimado lector.

Publicado enArtículos de PrensaPolítica

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