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Contrastes

(Publicado por Siglo 21 en marzo 2013)

Por medio de los servicios de Internet me enteré del domingo caótico que sufrieron los capitalinos. Por lo visto unos cuantos descontentos con el régimen organizaron a esas pobres masas de manifestantes acarreados que, realmente, no saben que a los dirigentes del Gobierno no les preocupa tanto lo que constituya el objeto de su malestar como quién capitaliza los réditos políticos de la protesta o quién se traga los costos de la misma. Así, lo irónico de estos procesos es que todos, tanto los promotores de las protestas como el Gobierno y la oposición, entienden exactamente de qué se trata el juego, pero esas pobres masas, no.  La otra parte del caos fue fabricada por el mismo Gobierno. Sus propios “sistemas” de seguridad se encargaron de arruinar el final de la jornada de descanso para miles de inocentes ciudadanos.

Lo más peculiar del cuadro es que a los gobiernos guatemaltecos les da pánico parecer autoritarios, ya no digamos “represivos” y, sin embargo, no entienden hasta qué punto es intimidante para esas buenas y sencillas familias de clase media que sacan el auto para dominguear, encontrarse con un retén de policías y soldados armados con metralletas y rifles de asalto, como si estuviéramos en estado de guerra. Así, nuestro Gobierno es muy “democrático” y tolerante con los activistas y su carne de cañón, pero a la población que quisiera pasar un domingo tranquilo recorriendo alguna de las carreteras plagadas de basura y ocupadas por vendedores ambulantes que venden sus mercancías a los viajeros de los buses extraurbanos (que se comportan como dueños de la carretera, porque con ellos la policía también es muy “democrática”), a esos, los trata como delincuentes,  hasta que demuestren lo contrario, “Ni ley ni orden”.

Ese domingo llegué al aeropuerto de Haneda, en Tokio. Cientos de aviones circulando, despegando, aterrizando. Miles de personas yendo y viniendo. Unas a los buses de tours, otras a los taxis (con chóferes de saco, corbata y guantes blancos), nosotros, al tren. En el escritorio de información nos dicen: -sale a las 22:42. En efecto, salió a las 22:42. Llegamos a la estación que nos indicaron y nos dispusimos a tomar un taxi para ir al hotel; el taxista nos hizo entender que no valía la pena pues estábamos a dos cuadras y media.  Pero, ¿de noche y con maletas? No pasa nada, dice él y sonríe.

El martes debíamos ir a una reunión y, por supuesto, queríamos llegar a tiempo.  Yo recordaba de una visita anterior que el tráfico es fluido, pero por precaución nos acercamos en metro con tiempo “para perdernos”. El complemento del trayecto fue en taxi, en un tráfico mucho más fluido que el de la Ciudad de Guatemala. Llegamos,  naturalmente, mucho antes de lo convenido.

Algunos me dirán: -es que Japón es un país riquísimo. Pero eso no es la causa de todo esto, es la consecuencia de una sociedad que respeta el orden, basado en la Ley y en la sumisión de sus autoridades a esa misma Ley. Una generación tras otra: orden bajo la ley, honrar la palabra y los contratos, respeto al derecho ajeno.

Eduardo Mayora Alvarado

@Vientomares

Publicado enArtículos de PrensaJurídicosPolítica

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