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Lucha versus coordinación.

Publicado por Siglo Veintiuno, marzo de 2012.

Si hemos de llegar al fondo de las cosas, no creo que a la marcha que ha llegado a media semana a la Ciudad de Guatemala pueda llamarsele “marcha campesina”.  Los diarios nos han ilustrado sobre cómo esa protesta se ha planificado desde hace unos cuatro meses y cómo la logística involucrada y los recursos a disposición de los manifestantes se han organizado y sufragado a otros niveles.

Eso no significa que se trate de algo ilegal o ilegítimo.  La idea de que haya asociaciones, como el CUC, por ejemplo, que quieran inculcar una determinada visión de la condición humana a determinados sectores de la población, mientras se haga pacíficamente y dentro del marco de la Constitución y las leyes, no tiene nada de reprochable.  En eso consisten la libertad de asociación y la de emisión del pensamiento, entre otras.

Realmente, esta es una marcha en la que participan campesinos pero se planifica, organiza y dirige por “otros”, como el CUC, por ejemplo.  Por tanto, no tiene un carácter espontáneo ni mucho menos sino que se inscribe en una contraposición ideológica que, desde Querétaro, ya va rascando el siglo.

Los organizadores de esta marcha han conseguido convencer a sus participantes de algo muy concreto: griten y proclamen nuestras consignas, porten nuestros estandartes, sígannos, hagan suyo nuestro método de “lucha campesina” y así y entonces, conseguirán los beneficios que buscan y desean.

A estos líderes (como a los del centro o de derechas) les han convencido, o bien sus personales ansias de poder o bien los intelectuales que inspiran sus ideas, o una combinación de ambas cosas, de que su método es el mejor para obtener la realización de sus promesas ante sus seguidores.  En esta ocasión: que no sean procesados cuando usurpen propiedades de terceros; que se les exonere del pago de deudas que voluntariamente aceptaron pagar; que se les permita permanecer en terrenos que no son de su propiedad; y que se promulguen leyes que, por así decirlo, autoricen sistemáticamente todo lo anterior.

Pero ese método no conseguirá esos objetivos ni en el corto ni en el largo plazo. Primero porque, como los guatemaltecos sabemos de sobra, la violencia engendra violencia y es así que llevamos más de medio siglo “en conflicto” (aunque oficialmente se haya firmado la paz); y luego porque, como también es bien sabido, no hay otra forma de crear opciones reales de un mejor nivel de vida que haciendo girar la rueda productiva: un grupo de personas –los emprendedores—invierten sus propios ahorros y los ahorros de los demás que están en el sistema financiero;  esa inversión demanda recursos materiales y humanos para la producción; esa producción genera bienes, servicios y utilidades que, o se gastan o se ahorran.  Otros emprendedores, en busca de iguales o mejores utilidades, invierten sus ahorros y los de los de los demás; demandan más recursos materiales y humanos y, así, cada vez que la rueda gira otra vuelta, las opciones reales de coordinación social pacífica y fructífera mejoran las oportunidades para todos.

Eduardo Mayora Alvarado.

Publicado enEconomíaPolítica

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