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¿Es hora de la reconquista?

Publicado por Siglo Veintiuno, febrero de 2012.

Diversas áreas del territorio que hoy ocupa Guatemala han sido objeto de sucesivas conquistas y de algunas reconquistas. Los descubrimientos arqueológicos han permitido descubrir, además, que los guerreros de la antigua civilización maya practicaban una especie de guerra ritual, algo parecido a las justas de los caballeros de la Europa medieval, hasta que apareció una enigmática mujer que rompió el esquema y de la contienda ritual pasó a la batalla de conquista.

Siglos después llegaron los conquistadores españoles, pero quien creyera que entre la caída de la civilización maya y el momento en que los Alvarado emprendieron camino hacia los llanos de Urbina, en nuestras tierras la vida iba en paz, se equivoca. Pero tampoco iba en paz, durante ese período, en Europa o en China. En el siglo XIX los americanos conquistaron el Oeste de su nueva república y todavía en el siglo XX hubo conquistas en Asia y en África. Por tanto, ¿quién pudiera asegurar que en el siglo XXI no pueda haber conquistas y reconquistas?

Traigo esto a cuento porque, a mi parecer, el gobierno de Guatemala tiene que emprender una especie de «reconquista». Verá usted: en San Marcos se estima que hay grupos armados en posesión de unas veinte mil armas, pero no sólo las tienen sino que las usan para impedir que las fuerzas de policía efectúen arrestos, protejan a los alcaldes acosados por sus detractores, destruyan plantaciones de amapola o, en general, operen en un territorio sobre el que esos grupos armados están reclamando, y afirmando con la fuerza, tener soberanía. ¿Qué significa ejercer soberanía? Hay tomos de tomos sobre esa cuestión que, al final de cuentas se reduce a esto: «aquí mando yo y hago valer mi poder de mando por la fuerza, si menester fuera».

Imitando a esos «conquistadores» de San Marcos, o envalentonados por su osadía, otros grupos respaldados por facciones de revoltosos dentro de sus poblaciones, cometen una serie de delitos notables contra el Estado y su seguridad, contra su régimen de gobierno y su estabilidad. Así, queman ayuntamientos y radio patrullas, toman rehenes a policías y reporteros, expulsan a turistas y empresarios prospectivos, linchan y queman vivos a quienes ellos mismos “juzgan” de delincuentes o, simplemente, se les oponen.

Es verdad que, en muchos casos, son azuzados por activistas que se escudan tras la bandera de la defensa de los derechos humanos o del ambientalismo, pero ese es otro delito. Claro que también hay activistas legales y legítimos, pero los que van por ahí sembrando la violencia e instigando a la insurrección, no lo son.

El Estado, por su parte, cuenta con los medios constitucionales y legales para actuar, de ser necesario, con la fuerza. Pero para que lo hiciera, su Gobierno, con mayúscula, tiene que entenderse a sí mismo como el único legal y legítimo en  todo el territorio. A mi me dio la impresión que el presidente Colom no vio de ese modo a su gobierno y que eso se debió a sus pruritos ideológicos y a los de sus más próximos colaboradores; por eso, no “reconquistó” la soberanía perdida sino que, pretendiendo un diálogo “democrático” con los usurpadores, los fortaleció y les cedió espacios que, ahora, será muy costoso “reconquistar”.

Eduardo Mayora Alvarado.

Publicado enArtículos de PrensaPolítica

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